5 jun 2012

Condena



No sé nada, no sé actuar, no sé pensar, no sé olvidar, no sé quién soy, no sé a dónde voy. Arenas movedizas, nunca sabes cuándo pueden aparecer, nunca las ves, hasta que caes y cuanto más te resistas más te hundes. Llegados a este punto no hay retorno, ni avance, no sirve de nada gritar, estás enterrado, nadie te va a oír. No hay esperanza. Pierdes el rumbo, caes en una cueva donde no ves nada más que fantasmas por todos lados, todos y cada uno de ellos eres tú mismo, ¿no lo recuerdas? Ya has estado ahí antes, has roto cada oportunidad de salir a la luz y vuelves al principio. Todos han fracasado, y todos han dejado su huella. Ahora eres uno más del grupo, un grupo que intenta sabotearte y devolverte a ese mundo del que aún no consigues escapar, ¿cómo vas a deshacerte de tu enemigo si eres tú mismo?
Ahora no entiendes nada, parecía que ibas por el buen camino, ¿ahora qué? La vida siempre te vigila, te pone a prueba y castiga con dureza tus fallos. Te das cuenta de que el peor verdugo no es aquel que ejecuta, sino el que te deja vivir lastrado. Pero eso es sólo el principio, quieres respuestas, respuestas que nunca te dará. Dudas ¿qué hago aquí? ¿por qué me han traído aquí? ¿quién soy? ¿a dónde tengo que ir? ¿soy de los buenos o de los malos? ¿realmente importa algo o es todo un juego? ¿tiene respuesta alguna de estas cuestiones? Probablemente tengan respuesta, pero no te la van a dar, las cosas nunca serán fáciles. Y menos ahora que tienes un lastre más en tu haber.
El rayo de esperanza que te unía a la luz de ahí fuera era lo único que te quedaba de aquella oportunidad perdida y te dejaba ver la luz al otro lado. Ya no está, poco a poco tu alma se irá apagando, tu corazón aún latiente volverá a su celda, y volverás a estar muerto en vida, bienvenido a tu nueva condena.
Y por si algún día vuelves a salir ahí arriba, recuerda que aquí abajo están deseando verte caer de nuevo.

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