Con
la llegada del 2012 la gente hablaba del fin del mundo de la profecía
maya, la cual cada vez que recuerdo me hace esbozar una seca y
desesperanzada sonrisa. Millones de personas ignoran que el fin
empezó hace mucho tiempo, el fin no será repentino, si no que poco
a poco está viniendo. Pero como es típico en el propio ser humano,
no será consciente de ello hasta que sea demasiado tarde, o incluso
puede que nunca, quién sabe. En el último año parece que se ha
“puesto de moda” hablar de revoluciones, a las cuales miles de
personas desinformadas se unen sin saber qué hacer y siguen a otras
personas que están prácticamente en las mismas condiciones que
ellos. Es normal que la gente esté harta de la situación que vive,
y quieren vivir en mejores condiciones, pero una revolución y un
posible cambio en el mando sólo mantendría una época de
tranquilidad, que tarde o temprano volvería a convertirse en lo que
es hoy en día, o incluso algo peor. El ser humano es débil y el
poder corrompe a cualquiera que no esté realmente preparado para
ello, y en la sociedad que vivimos (la occidental, al menos)
encontrar a alguien que lo esté es poco menos que una utopía. La
anarquía sería un caos en el mundo actual, totalmente corrupto y
lleno de avaricia, odio e ignorancia. Sin embargo el problema no es
colectivo, es individual.
No
podemos intentar cambiar el mundo si ni siquiera somos capaces de
cambiar por nosotros mismos. Tenemos hábitos tóxicos. La capacidad
del ser humano para intoxicarse a sí mismo a base de negatividad
(odio, envidia, avaricia, soberbia, pensamientos negativos) y hábitos
dañinos (sedentarismo, tabaco, drogas, alcohol, etc) es
impresionante; además de ser capaz de meterse por sí mismo en
espirales de esta propia negatividad, ¿quién dijo que el ser humano
fuese inteligente? ¿alguien inteligente haría estas cosas? Pero
esto no es lo peor, lo peor es que todo esto se inculca directa o
indirectamente generación tras generación, como un cáncer
hereditario. Si este es el ejemplo que damos a los que vienen, pronto
serán un reflejo de todas estas cosas.
En
mi opinión la principal fuente de todo lo negativo se halla en la
ignorancia, la cual hay de sobra. Nadie escapa a ella, ni yo mismo, por supuesto. Si no ignoras el daño y la pérdida
de tiempo, vida, esfuerzo y dinero que te supone todo esto, dejarías
de hacerlo. Nadie quiere desgraciarse la vida, supongo.