8 may 2012

Despertar


El despertar, ese momento en que la luz inunda tu espacio y te levantas, sales de la cama, donde has estado entre penumbras sin ir a ningún sitio, aunque tu mente volase lejos, y te dispones a ir allí a donde te decides ir. Aunque el símil pueda ser válido, no es de ese tipo de despertar del que quiero hablar. Quiero hablar del despertar del alma. Un alma que estaba entre tinieblas, y que aunque estaba cómoda allí, ya que era lo único que conocía, soñaba de vez en cuando con salir a la luz.

Tras años encerrada y sin saber cómo, alguien abre una puerta y consigue llegar al fondo de la cueva, estaba tan oscuro que cualquiera daría marcha atrás pensando que no encontraría nada entre tanta oscuridad. Pero ella no, fue valiente y llegó más allá. Allí esperaba mi alma, dormida, encerrada en su ataúd. Ella se acercó, no temió y abrió el sarcófago. El alma aún no se lo creía, aún habiendo esperado este momento, fue una enorme sorpresa, alguien la había encontrado detrás de muros de roca y quiso enseñarle el mundo fuera de la cripta. Dio vida a un alma muerta y vacía que se consumía entre el vacío. Le enseñó la luz, le mostró el mundo como nunca lo había visto, le despertó, le hizo renacer. Esa alma despierta de su letargo con más intensidad que nunca, junto a otra alma que siempre brilla como el más grande de los tesoros. Ahora son más brillantes que nunca, ahora son más grandes, ahora son una.

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Pues eso